4. Sobre el peso y la ligereza

 

Light as a feather, heavy as a mountain. Psychodelic Style. Imagen creada con Stable Diffusion

Me encanta cómo funciona mi cerebro y las conexiones que hago entre temas. Esta mañana viendo un video en tiktok sobre la moda coquette, comencé a cuestionarme por qué me importa tan poco la moda. No solo no me importaba, sino que lo hacía de menos, pues lo veía como algo banal, intrascendente y de poca importancia. Con el paso del tiempo he dejado de ser tan duro con mis juicios acerca de las personas y las cosas que considero importante o no.

Esto me hace pensar mucho en el concepto de pesadez y ligereza.

En La Insoportable Levedad del Ser, Milan Kundera reflexiona sobre la concepción que tenemos de la levedad y del peso, y cómo esta concepción ha sido distinta con el paso de la historia, y cómo distintos artistas y personas han apostado más por uno o por otro.

¿Qué es mejor la pesadez o la ligereza? ¿Qué prefieres, una vida pesada o una vida ligera? ¿Un amor de peso o un amor ligero? ¿Un trabajo pesado o un trabajo ligero? ¿Una comida pesada o una comida ligera? ¿Un cuerpo pesado o un cuerpo ligero? ¿Qué es más pesado y que es más ligero, la soltería o estar en una relación?

En un ejercicio, le pedí a ChatGPT que me muestre palabras dentro del campo semántico de pesadez y ligereza, y me dio las siguientes listas de palabras. Pesadez: Gravedad, carga, masa, densidad, tedio, fatiga, monotonía, engorro, sobrecarga, cumplimiento. Ligereza: Levedad, fluidez, sencillez, agilidad, frescura, claridad, libertad, facilidad, espontaneidad, despreocupación.

De nuevo pregunto ¿Qué es mejor, la pesadez o la ligereza? Sin pensarlo mucho, al menos así me parece a mí, la pesadez parece indicar un estado negativo y la ligereza algo positivo. Sin embargo, lo pesado también puede tener un sentido distinto, pues lo pesado va ligado también con lo intenso, con lo que perdura, con lo trascendente en el tiempo, mientras que lo ligero puede ir ligado a lo efímero, lo que nace y desaparece pronto.

Milan Kundera lo plantea de la siguiente manera: “Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad? Esta fue la interrogante que se planteó Parménides en el siglo sexto antes de Cristo. A su juicio todo el mundo estaba dividido en principios contradictorios: luz-oscuridad; sutil-tosco; calor-frío; ser-no ser. Uno de los polos de la contradicción era, según él, positivo (la luz, el calor, lo fino, el ser), el otro negativo. Semejante división entre polos positivos y negativos puede parecemos puerilmente simple. Con una excepción: ¿qué es lo positivo, el peso o la levedad? Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso es negativo. ¿Tenía razón o no? Es una incógnita. Sólo una cosa es segura: la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones.”

Un amor ligero es el que se siente bien y genera bienestar, un amor pesado puede hacer daño, se siente como una carga. También el amor ligero puede ser el amor de una noche, o el amor que dura hasta que en realidad conoces a la otra persona; un amor de peso puede ser un amor sólido que permanece en el tiempo, que se siente sólido. Una vida puede llevarse ligeramente y sin preocupaciones, sin más pretensión que vivir y existir, aunque una vida ligera será también una vida intrascendente, que no deje huella.

Las personas tenemos la ilusión de que podemos hacer cosas por trascender y dejar huella en este mundo, que nuestros nombres y nuestras obras serán recordados para la posteridad. Esperamos que nuestro nombre trascienda a partir de nuestras obras: Creamos construcciones que llevan el nombre de sus autores tales como la Torre Eiffel, o las tan aclamadas casas de Frank Lloyd Wright y Le Corbusier; recordamos nombres de grandes escritores de literatura y poesía como Víctor Hugo, Cervantes, Alejandro Dumas o Gabriel García Márquez; construimos máquinas que llevan el nombre de sus inventores como el Motor Diesel, la máquina de Turing; hacemos teorías científicas (Radiación de Hawking), descubrimos especies de plantas y animales que llevan nuestro nombre o el de gente famosa (pinus lumholtzi, Photinus guillermodeltoroi) . Kundera reflexiona sobre el deseo de trascender y que nuestro nombre sea recordado para la posteridad en otra novela titulada La Inmortalidad. Parece que solo las cosas con peso tienen importancia y trascienden en el tiempo.

Como veremos pues, a veces tanto el peso como la ligereza pueden tener una concepción positiva o negativa. Lo ligero puede ser agradable y disfrutable, aunque algunas veces toma la condición de algo sin importancia o que desaparece pronto. Las cosas de peso pueden considerarse con mucha importancia, o en su contraparte pueden considerarse como algo difícil de mover, algo que genera sufrimiento o malestar.

Creo que en este primer cuarto del siglo XXI se le ha dado mucha importancia a lo ligero respecto a lo pesado. La posmodernidad, el hipercapitalismo y el consumismo han moldeado nuestra concepción del mundo hacia lo que da placer y recompensas inmediatas, lo cual se liga con lo ligero: tiktok y reels de Instagram, fast food, fast fashion, el sexo casual, la cancelación semanal de algún famoso, el meme del momento, las experiencias. Esto contrasta con el siglo XIX y XX, más permeados por la idea del peso, y por tanto de modernidad, trascendencia y la durabilidad: matrimonios de por vida, búsqueda de una vida y trabajo estable, la adquisición de una casa y búsqueda de bienes materiales.

Tal vez estoy estirando demasiado el significado del peso y la ligereza, y abusando de lo abstracto de esta metáfora.

Volviendo a la primera idea sobre la moda, en su momento esta me parecía banal e intrascendente. En el bachillerato inventé para mí mismo algo que yo le llamaba “filosofía de la no-imagen”, en la cual afirmaba (tal vez infantilmente) que la apariencia no era importante o trascendente, y que las personas deberían preocuparse más en conocer a los otros por sus ideas, sus sentimientos o quienes eran como personas sin fijarse o dar tanto peso a la apariencia física. Por mucho tiempo renuncié a vestirme bien y prefería usar ropa que me fuese cómoda, dejarme la barba, dejarme crecer el pelo; quería que las personas me juzgaran mal, que tuvieran un prejuicio sobre mí para luego conocerme y darse cuenta de que en realidad soy una buena persona: honesta, inteligente, empático, trabajador, amable. Ahora me doy cuenta algunas posiciones de esa postura podrían ser rebeldías adolescentes y, aunque sigo manteniendo algunos postulados al respecto, ahora me doy cuenta de que la imagen si importa pues es una forma de comunicación hacia el exterior, y que incluso cuando decidimos no elegir, estamos comunicando.

En fin, la moda y la vestimenta me parecía algo demasiado ligero o superficial, y por tanto lo concebía como algo que no era importante. Me auto concebía como alguien intelectual, y pensaba que había temas importantes a los cuales había que ponerle atención, temas de verdadero peso: los problemas sociales como la pobreza, la desigualdad, la violencia; la filosofía y las grandes preguntas, la ciencia y las respuestas que nos da para conocer el mundo y el universo, el arte y cómo puede hablarnos sobre el espíritu humano. Ahora me doy cuenta de que en esos postulados había una gran arrogancia intelectual de mi parte. En esas ideas y postulados, me doy cuenta de que lo pesado tenía gran importancia para mí: los argumentos deben ser sólidos, la responsabilidad social debía estar presente en todo, y pensaba que mi vida tenía que trascender. Todo lo relacionado con lo ligero, me parecía tonto.

Ahora pienso el mundo de una manera distinta, y he sido cada vez menos duro con mis juicios y mis ideas. Creo que hay belleza en el mundo, y esta belleza se encuentra tanto en lo ligero como en lo pesado, en lo perdurable y en lo efímero. Hay belleza en la pesadez y rigidez de la montaña, y en la ligereza de las hojas movidas por el viento. Belleza en la fuerza de un peleador de artes marciales mixtas, y en la ligereza y gracia de una bailarina de ballet. En una flor que nace y se desarrolla en la primavera, para después morir en el otoño. En un amor fugaz que nace para escapar del frío del invierno y la soledad, y uno que trasciende en un matrimonio y una vida juntos.

El día de hoy, creo en el balance, en la búsqueda de equilibro y en los matices. Creo que esa contraposición de contrarios que explica Parménides a partir de Kundera son solo tipos ideales. Es decir, ideas que marcan los extremos más alejados de una escala imaginaria, pero abstracciones, al fin y al cabo: luz y oscuridad, bien y mal, pesado y ligero, calor y frío. En realidad, la vida es de matices, y no existe el bien absoluto ni el mal absoluto, y hay en medio un montón puntos medios.

Hoy en día me permito vivir mi vida en ambos extremos. Ser más ligero con mis juicios, pero vivir lo mejor que pueda para sentir que mi vida es de peso.

 

 

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